domingo, 12 de agosto de 2018

Conduciendo hasta Al-Fahad, el barco fantasma

Hace casi dos semanas que me saqué el carné de conducir saudí y ya he salido varias veces de KAUST para ir Thuwal. Pero ayer decidí dar el siguiente paso y como tenía que pasarle la revisión al coche en Jeddah, dije “¡allá voy!”


Le pedí a un amigo que me acompañase, por si me daba un ataque de pánico y tenía que coger él el coche. Y es que conducir en Arabia Saudí no tiene nada que ver con el resto del mundo, esto es, como una ciudad sin ley, la mayoría no respetan las normas, así que tienes que estar alerta. Pensaba llevar el coche hasta el puesto de control (checkpoint), que está a mitad de camino, pero al final hice ¡400 km!






Tardamos casi una hora y media en llegar a la MVPI (ITV en España), allí me dijeron que era la tercera mujer que llevaba el coche a la revisión, y que ¡pasé sin problemas!





A lo largo del camino fue muy gracioso ver cómo la gente reaccionaba, a veces el coche que llevaba delante empezaba a ir más despacio para que le adelantase y mirarme, otros levantaban el pulgar, hubo un coche que pasé y el copiloto me grabó con el móvil, y hasta en el puesto de control a mitad de camino el policía casi me hace la ola. Y yo sin abaya, pero es que lo siento, eso es maltrato, no hay quien conduzca con ella y más con el calor que hace aquí.

Después seguimos otra hora y pico de coche hacia el sur de Jeddah para bucear junto a los restos del ferry Al-Fahad que encalló en un arrecife en el 2004. Si queréis ir, aquí está el mapa.

Esta parte del viaje fue más tranquila, salvo por un atasco que nos encontramos por un accidente, y como no, ni el arcén estaba libre para que pasase la policía. Media hora antes de llegar, paramos en el restaurante de una gasolina para comprar pollo a la parrilla, y luego ya no vimos nada más que granjas de camellos.

Lo primero solo llegar fue comer nuestro pollo en el coche (fuera era un infierno) y buscar un sitio no demasiado alto para bajar al agua. Ahí empezó el calvario...

Para llegar al barco había que andar un rato largo con el agua por debajo de las rodillas, pero el suelo no es arena, sino rocas y corales. No se nos ocurrió llevar escarpines, así que nos pusimos las aletas y fuimos andando de espaldas como los cangrejos. Justo antes de que empezase a cubrir más y pudiese bucear, las olas me tiraron y me corté con los corales, con la mano sangrando a borbotones y el pie dolorido de los cortes, seguí a trancas y barrancas hasta donde cubría lo suficiente para bucear.

















Rodeamos el barco, aunque yo no me quise pegar demasiado, que he visto demasiadas películas de miedo. La pena fue no haber tenido una cámara go-pro para grabar el arrecife, que como todos en este país sin turistas, era espectacular.






















Mi amigo Fran me contó que hay otro sitio, un poco antes de llegar a este, en el que también hay barcos en los arrecifes, pero ya estábamos demasiado cansados y heridos para ir. Aquí están las coordenadas para llegar.

Magullada, volví a coger el coche y dos horas después llegué a KAUST. Cuándo entrábamos salía otra mujer al volante...

El resumen de mi primera excursión a la ciudad: tuve la suerte de que fuimos por el día y no había tantísimo tráfico como por las noches, y aunque me pasaron algunos como rayos que parecía que me iban a arrancar los espejos retrovisores, en general, me sentí segura. El único momento que me dio más grima fue cuando de la carretera desaparecen los carriles y no sabes ni por dónde ir, ni por dónde te van a pasar.

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